Había una vez, en un lejano lugar,
donde muy poca gente conocía su procedencia, habitaba un grupo de
nueve personas, distintas todas ellas, pero con una característica
muy especial, “EL AMOR POR LOS NIÑOS”.
En esta lejana aldea, siempre te
recibían con una sonrisa, un abrazo, e incluso con dos besos, los
necesitaras o no; cada mañana acudían a ellos ochenta y dos
familias con sus más valiosos tesoros, y sin dudar se los confiaban
durante unas horas.
Horas en las cuales , se bailaba, se
reía, se jugaba,y se aprendía; pero no os vayáis a pensar que
solamente se aprendía los colores, o los números, poco a poco y con
la infinita paciencia que estos seres especiales poseían, los tesoros
de cada familia, aprendían infinidad de valores, de sentimientos, de
emociones.
Muchos de ellos, aprendieron a dar sus
primeros pasos, siempre animados y alentados por los cuidadores,
otros muchos dijeron sus primeras palabras, y todos ellos corrieron
por el camino de la más tierna infancia.
Nueve personas que día a día, pasito
a pasito, han demostrado desprender amor por todos sus poros,
desvivirse por esos tesoros, sufriendo cuando se caían,
preocupándose como uno más de la familia cuando ellos enfermaban,
riendo y saltando con sus alegrías, y por supuesto animándoles en
cada peldaño que subían, aplaudiendo con cada logro de sus días.
Nueve personas que durante un periodo
de tiempo de tres, dos o un año, nos han ayudado a ochenta y dos
familias a pulir nuestros diamantes, nuestros mayores tesoros.
Nueve seres encantadores, que día a
día llegan a convertirse en tu familia, en un pedacito más de uno
mismo, pues es imposible no vincularte con ellos de por vida.
Ese maravilloso lugar se llama “C.E.I.
San Vicente De Paul”, el lugar donde mi mayor tesoro, mi hija,
entró siendo un bebe de un año, y hoy sale siendo ya una niña de
tres años, una niña que gracias a esas nueve personas, ha sabido
afrontar las caídas, y ha sabido subir todos los peldaños de la más
tierna infancia, sabe que siempre tiene a sus nueve ángeles
esperándola con los brazos abiertos para darle un abrazo y seguir
apoyándola aunque sea en la distancia.
Gracias Ani, por tus suculentas
comidas, por poner en cada plato y en cada cucharada tu esencia.
Gracias Menci, por acunar a nuestros
bebes cuando a penas saben comunicarse.
Gracias Masu, por tu alegría por esos
abrazos y esos achuchones que siempre que puedes nos das.
Gracias Santi, por tu carisma.
Gracias Inma, por estar pendiente de
todo y de más.
Gracias Sofia, por tus palabras y tus
sonrisas.
Gracias Tamara, por tu paciencia, por
tu jovialidad,por tu dulzura, por todas esas sonrisas, y todos esos bailes locos y
divertidos.
Gracias Juan, ¿qué te digo a ti que
ya no te haya dicho mil veces?, durante dos años has sido el tutor
de mi niña, dos años de amor, de entrega, de disciplina, de risas,
has sabido calmar no solo los llantos de muchos de nuestros hijos,
sino todas las incertidumbres que a nosotros nos hayan surgido.
Gracias por tu infinita paciencia, porque no conozco persona que
adore más su trabajo, que disfrute cada día de nuestros niños como
tú.
Y por último, Gracias a Mila, la
directora de todo esto, porque sin ella, sin sus sabios consejos, sus
palabras de aliento, sin esas miradas de ternura y comprensión todo
esto no sería posible.
Ahora les toca a otros tesoros poder
disfrutar de vosotros, pero nosotros nos llevamos el mayor de los
tesoros, nos llevamos en nuestros corazones un pedacito de cada uno
de vosotros.