Hace unos días tuve una cita muy
especial, una cita de esas que piensas hasta el color de las bragas que te vas
a poner, y conforme ves que llega el momento notas como el corazón palpita algo
más fuerte, y un pequeño nudo se te pone en la boca del estómago.
Sí, hace unos días tuve una cita
con mi ginecólogo, ese médico (en mi
caso es un hombre), a la que toda mujer en ocasiones amamos y, si eres madre,
en el momento del parto odiamos. Ese médico que sabe más de tus bajos fondos
que una misma, e incluso más que nuestro medio pomelo.
Partiendo de la base que de
normal, no sé vosotras, pero a mí me da muchísimo apuro eso de que te vean
hasta las entrañas como que no quiere la cosa, esta vez dentro de los nervios
de esa cita ineludible, estaba algo más relajada que de costumbre ¿será que con
los años aprendes a canalizar esos nervios?
Ahí estaba yo, como de costumbre,
sola mirando hacia la pantalla de mi
móvil, mientras pasaba una interminable hora y cuarto de espera, cuando me dio por mirar a
mi alrededor y… oh!!! Sorpresa!!, las tres personas que habían antes que yo, así
como las dos que llegaron después, venían con regalito incorporado, unas más
avanzados que otras, pero todas con sorpresita, más concretamente las
sorpresitas eran tres niñas y dos niños, la única que estaba sin preñar era yo.
Teníais que verme a mí sonriendo
a todas ellas conforme pasaba la mirada por la sala de espera, y pensando si huir o quedarme a soportar
tantísima carga de hormonas disparatadas, (os recuerdo que eran cinco mujeres embarazadas),
yo por si acaso es verdad que estas cosas se pegan, crucé las piernas e intenté
centrarme en la lectura que un par de minutos antes había dejado a medias.
Pero eso fue cosa casi imposible,
ya que poco a poco empezaron a hacer aquelarre, las embarazadas por un lado,
los maridos por otro, y los familiares
acompañantes de algunas por otro.
Es sorprendente, como hoy en día
todavía nos podemos aferrar a míticos mitos sobre embarazos, que si los ardores
tienen mucha mata de pelo, que si la luna llena o luna menguante, que si la
barriga redonda o barriga apepinada y así
un sinfín de cosas que me hacían sacar una sonrisa haciéndome recordar
cuando estaba yo en esa situación.
Las caras de ilusión y las
lagrimitas de emoción al salir de la consulta de todos eran inevitables, y por fin me tocó a mí, después de un largo
suspiro y de escuchar mi nombre traspasase esa dichosa puerta, me armé de valor
y crucé el umbral de la puerta de la consulta
.
Conforme paso, y casi
sin mirarme me pregunta mi gran
amigo ¿Fecha de la última regla? ¿Fecha
probable de parto?
Uhmmm ¿Perdona? Vale que me sobren
unos cuantos kilos, pero no tengo sorpresita ni
bollito en el horno (eso fue lo
que más o menos le solté con el pensamiento), la realidad fue que con una
risita tonta y con un color que me venía
y otro que se iba le dije:
—Nooo si yo solo vengo a una simple revisión rutinaria, ya sabe una citología y poca cosa más.
Después de una disculpa y de
puntualizar que había sido cosa de que todas las visitas que había tenido en
el día eran de mujeres embarazadas y yo era la única que no lo estaba, me hizo
pasar al cuarto contiguo, ese donde ya
las cosas se caldean, y una le enseña todo mientras estás en un potro
espatarrada y mirando al techo.
Cinco interminables minutos
después, y mientras me imprimía el informe donde decía que todo estaba en orden
y perfectamente, se ve que ya teníamos confianza cuando me dijo así a voz de
pronto:
—Bueno Verónica, ya han pasado casi cuatro años desde que diste a luz y te practicaron la cesárea, ya cuando quieras te puedes quedar embarazada de nuevo sin riesgo alguno.
¡¡y se quedó tan pancho el colega!!
En ese momento me volvió a dar la
risa tonta, y del puro instinto volví a cruzar las piernas. Y no es que no
quiera tener más hijos, es que por ahora sigo queriendo poder disfrutar de la
bichi y ver como poco a poco va
creciendo; por ahora no me planteo el tener más hijos, aunque bien es cierto
que cuando veo un bebé siempre me entran las ganas.
Hasta aquí las memorias de una cita
muy especial, esa que me hace suspirar una vez al año cada vez que se acerca el
momento.
¿Vosotras cómo lleváis el momento
revisión de los bajos fondos?
BESAZOS BICHEJOS ENORMES
Verónica
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